La constante necesidad de estar a tope en todo. No sé si a vosotros os pasa, pero, ¿no tenéis la sensación de vivir constantemente en una competición que “nadie” nos pidió?; ser los mejores en el trabajo, tener la mejor relación, las vacaciones más envidiables en redes, las mejores abdominales que se lucen en el gimnasio, etc. Nos comparamos sin parar y al final del día nos quedamos con esa sensación de que nunca es suficiente. Y lo peor, se nos olvida disfrutar de lo que hacemos. Nos centramos tanto en el resultado que no vemos lo que está justo delante. Queremos que todo lo que hagamos se vea espectacular, pero ¿para qué y para quien?.
La cuestión es que muchas veces nos perdemos en esa obsesión por llegar a la meta y no nos paramos a mirar lo que ya tenemos. Nos enfocamos tanto en lo que nos falta, en lo que aún no hemos conseguido, que se nos va la vida intentando llegar a un lugar que, sinceramente, ni sabemos si existe.
Entonces, ¿nos merece la pena seguir compitiendo?.
P.D: Estamos haciendo lo que podemos y eso ya es suficiente.